Para muchos de los que nos conocían nada había pasado hasta ahora, no había grandes cosas que diesen motivos de percepción ante cualquier extraña situación.
Ahora yo llenaba a aquella persona de regalos, lo quería hacer, me alegraba su expresión de dicha, hasta a veces era esa persona quien me daba algo, lo nuestro eran cosas pequeñas pero de gran valor, esa era la formula.
Para mí lo que más importaba de todo es que sin saber el por qué no podía dejar de estar con él, disfrutaba cada momento, por muy pequeño que sea, a veces me sentía mal por ver que todo para mi estaba acabado, había abierto una puerta que me era muy difícil cerrar, era como si supiera el secreto para domar a un león, este siempre sabía cómo hacerlo, cómo lograr un cambio en mí, mi ira, mí orgullo, y mi molestia encontraron a un enemigo potente, alguien que no se dejaba vencer tan fácilmente.
Pero como todo fuego deja su rastro, en mí, grandes huellas fueron formando una playa donde no había mar, solo la arena con las formas más detestables que él iba dejando, para mí las huellas, solo son aquellos momentos, aquellas actitudes y aquellas cosas que me crearon dolor, angustia, odio e inseguridad, tales cosas rompieron mi mente en dos, era la parte feliz, aquella que quería cada una de las cosas que con él vivía, y la otra, no hacía más que huir de la catástrofe, sentir pánico de vivir de nuevo aquellos momentos que me hicieron sufrir y que no hacía más sino que lamentar todo, querer irme, desaparecer, no saber nada del mundo y sobre todo, dejar de ser yo.
Mi dolor, era solo por ver cosas que nunca me había imaginado, por muy poco tiempo que tenia de haber comenzado a quererlo se había formado en mí un espacio grande, algo que no podía ser cerrado tan fácilmente, y el verlo a él, darme la espalda, sentir un rechazo, un frío enorme en mi contra crearon incertidumbres que no podía controlar, mi mente fue creando dudas, pensamientos que me atormentaban día y noche, para ser sinceros, a veces no podía conciliar el sueño, no podía sino tener las imágenes de cada acto que creía sin sentido, el por qué de todo, simplemente fue el haber abierto aquella puerta para nosotros, los dos lo hicimos, pero ahora era él quién no quería entrar, quería cerrarla porque simplemente él no era así, repudiaba el hecho de quererme, quería ser quien no era o tal vez quería volver a ser quien realmente es, ni él ni yo tuvimos la culpa, tan solo dejamos que todo surgiera, no sentimos que hacíamos nada malo, pero ya eso no era así, creamos un abismo enorme dónde nos teníamos que limitar, dónde una palabra o un acto estaba mal visto por él o por el resto de las personas, a esto se sumó los comentarios, la malicia de algunos que nos rodeaban, quizás se dieron cuenta de todo, y no querían que existiera, así que debían pararlo para que así sus deseos fuesen satisfechos.
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